Para nuestro tercer debate elegimos esta película galesa de 2022 (dirigida por Jim Archer), con la intención de alejarnos un poco de Hollywood y tener otras miradas. En la charla surgieron dificultades para pensar cómo la clasificaríamos: es una ciencia ficción y comedia, y, a la vez, se presenta al principio como un documental aparentemente realizado a un inventor estrafalario.
Además, no resultaba clara la cuestión de la temporalidad: se trata de una película muy nueva, pero no se sabe en qué época transcurre la historia: ¿representa una forma de vida actual en el campo o se ubica en el pasado? Por un lado, se muestra el uso del teléfono fijo y no aparece que busque información en internet. Pero, a su vez, por cómo construye al personaje, también resulta creíble que se haya quedado en el tiempo. A diferencia de las otras pelis que habíamos visto antes, que responden a la ciencia ficción más clásica en las que se imaginaba un escenario futurista relativamente lejano, esta película, que se trata de un estreno del último año, parece mirar al pasado. También la construcción del robot, los materiales que usa, que lo vuelven un poco grotesco, lleva el imaginario a un lugar distinto a la representación habitual de lo robótico en las películas de ciencia ficción (aunque sí resulta afín, como veremos después, al espíritu maker y posiblemente a una sensibilidad ambientalista que puede ir mejor con nuestra época).
Quizás por todo esto, verla resultó de algún modo “refrescante”. Además, a la gracia que tiene como comedia, se le suma el final feliz en el que el bien triunfa, lo que nos dejó una linda sensación. Posiblemente sentimos con más fuerza eso por el marcado contraste con la angustia y preocupación que suele amenazarnos cuando pensamos estos temas, y que estuvieron presentes en los debates anteriores. Así que, antes que nada, recomendamos verla a quien no lo haya hecho.
1. Brian
Como dijimos antes, la película empieza como una especie de documental que nos presenta a Brian, un inventor bastante particular, en su casa en una zona rural en Gales. Durante el debate se puso en duda si el personaje le hablaba a alguien detrás de cámara, o esa apariencia de documental era solo un modo de mostrar algo probablemente más creíble: que Brian estuviera hablando solo (en una parte más adelante alguien detrás de cámara le responde, pero al principio no, así que bien podría ser).
Nos detuvimos mucho en este personaje. Así como hubo quien dudó de la existencia del documentalista, la sospecha de locura podría llevarnos a creer, en una hipótesis bastante verosímil, que Charles nunca cobra vida más allá de la mente de Brian. De esa forma, casi que sería el único protagonista; igual elegimos creer en Charles Petrescu.
Brian encarna el arquetipo de científico loco, en su versión querible (quizás menos difundida que la temible o la que, sin llegar a ser temible, genera el rechazo social). En la charla recordamos varios clásicos de la infancia: desde el doc Ed Brown, a los inventores de Flubber y Querida encogí a los niños, o el inspector Gadget… A partir del intento de máquina para volar de Brian también mencionamos a Da Vinci, y pensamos en la cuestión del conocimiento no separado en disciplinas, sin la oposición moderna entre arte y técnica. Lo relacionamos además con el síndrome de Diógenes, por su tendencia a acumular cosas que para otras personas serían basura, aunque con su creatividad les puede dar una segunda vida. En ese sentido también nos recordó al protagonista de “Un día de Julio”, de la murga Agarrate Catalina, por su curiosidad sin límites y sus reflexiones sobre la obsolescencia programada.
El personaje encarna claramente muchos aspectos del espíritu maker y, por eso, además de los personajes famosos, mencionamos varios conocidos, tíos o abuelos la mayoría, que tenían cierta fama en sus pueblos, por ejemplo, por fabricar aviones. En ese punto los integrantes makers de Laia se preguntaban cómo harían esas cosas previo a internet, sin tener la facilidad de consultar a otras personas con intereses similares.
Como les pasaba a muchos de esos inventores que recordamos, los inventos de Brian parecen no funcionar, o si funcionan, son absurdos o responden a necesidades ridículas, como unos zapatos con redes para pescar. El más útil para la vida de campo parece el cinturón porta huevos. Otro que nos pareció interesante, aunque más que invento el aporte es una cuestión de diseño, es la cartera con piñas, que sí cumple su función y a las hijas de Eddy, el malo del pueblo, les gusta.
Como representante de ese arquetipo, el personaje de Brian puede definirse como solitario e incluso como un inadaptado social. Si pensamos la historia ubicada en la actualidad, en realidad resulta antitecnológico, ya que se quedó en el tiempo. En ese sentido es de algún modo el opuesto de cómo aparecían estos personajes en el pasado: científicos fascinados por la ciencia y los inventos más novedosos. Brian propone una vuelta a lo artesanal, que tiene bastante de ambientalismo. Por otro lado, el personaje muestra muchas características que lo asemejan a un niño, especialmente en cuanto al despliegue de creatividad y de una curiosidad que no parece haber sido “domesticada” por la adultez. En relación a eso, veremos que tiene mucho en común con su amigo y coprotagonista Charles.
2. Charles
Por lejos el gran invento de Brian es Charles: un robot con cuerpo de lavarropas. Charles Petrescu es el nombre que él mismo elige, sin que se sepa muy bien por qué. Parece agradarle la sonoridad de las palabras, que repite como una afirmación de sí mismo.
Inicialmente, Brian presenta a Charles como un proyecto para ayudarlo en el trabajo, pero a medida que la historia avanza, se vuelve evidente que no hay una motivación utilitaria. Más bien, la relación entre Brian y Charles se asemeja a la de un padre y su hijo. En la charla, algunos padres y madres comentamos similitudes que habíamos encontrado entre el robot y nuestros hijos e hijas: la repetición de palabras cuando aprende a hablar, algo de la forma de moverse, la precoz rebeldía adolescente…
El cuerpo es algo central en el personaje. Su forma de moverse y bailar, además de recordar a un niño, remite a algo animal. En una escena, cuando Brian vuelve a la casa, le hace “fiesta”, de la misma manera en que lo haría un perro, y su amigo le responde coherentemente rascándole la oreja. En el zapateo o bailecito de felicidad, su cuerpo parece moverse solo, en algo que es, a la vez, muy infantil y muy animal: el movimiento no controlado, no domesticado del cuerpo adulto que sigue las pautas sociales.
Cómo Charles cobra vida es un total misterio. La hipótesis de Brian es tan absurda como sus inventos: sugiere que los cables se conectaron debido al movimiento de un ratón, lo que causó una chispa de electricidad y un cortocircuito. La chispa de electricidad que da vida a ese cuerpo desproporcionado recuerda inevitablemente a Frankenstein. Hablamos de que hay siempre en el surgimiento de la vida, o de una entidad inteligente, algún elemento inexplicable. Charles emite una luz azul, color que simboliza la electricidad, que parece ser su fuente vital.
En la charla nos dimos cuenta de que, cuando Brian encuentra a Charles por primera vez con vida, está en la huerta con una col en la mano. Relacionamos ese detalle absurdo (que es como un leiv motiv en la película: las coles son la comida preferida de ambos, que Charles incluye en sus dibujos) con la frase de nacer de un repollo, como un modo de hablar del misterio de la creación.
Igualmente misterioso y cómico es el proceso de aprendizaje de Charles. Cuando comienza a hablar, Brian es el primer sorprendido y, como única respuesta a la pregunta de cómo aprendió, señala el diccionario. Esto es completamente inverosímil, ya que aprender un lenguaje requeriría una interacción y experiencia mucho más rica que simplemente leer un diccionario (sin siquiera mencionar cómo vincularía lo escrito con la pronunciación de unos sonidos en particular). Eso que escapa a la racionalidad científica, en este caso aparece exagerado, pero nos hizo pensar en cómo se da el aprendizaje en la inteligencia artificial real, que tiene algo misterioso incluso para quienes desarrollan los modelos, no tan distintos a Brian como inventor, en definitiva.
En relación al descubrimiento del mundo que experimenta el robot, nos pareció muy interesante la primera escena en la que sale de la casa. Su primera reacción es exclamar: “¡Qué lindo es todo!”. Sin embargo, Brian le advierte sobre los peligros que existen y la percepción de Charles cambia de inmediato, al punto de atemorizarse totalmente por el vuelo de unos pájaros. Entonces pregunta, sorprendido, si los pájaros pueden hacer lo que quieran, con lo que vemos que descubre la libertad, en principio como algo que le da temor por no poder controlarlo. Más adelante en la historia ese temor dejará lugar para el surgimiento del espíritu aventurero de Charles (en lo que contrasta fuertemente con Brian), sus ganas de conocer el mundo, que terminará con su pasaje para volar a Honolulu.
En esa tensión entre el amor y el control que implica el cuidado del nuevo ser, Brian muestra muy bien la complejidad que implica ser padre. Al presentarle el mundo a Charles, le muestra tanto su belleza como sus peligros. Entre los temores de Brian, además de que los “malos” puedan hacerle daño, aparece el miedo de que se independice y lo deje solo de nuevo.
3. Robótica al servicio de las emociones
En la charla coincidimos en que en esta película era central la cuestión de las emociones. En el caso de las películas anteriores, en las que la inteligencia artificial tenía un rol de vínculo sentimental (amoroso en “Her”, filial en “I.A.”), por momentos nos mostraban cuánto de esa mirada utilitarista, que predomina cuando se piensa en los robots, también está presente muchas veces cuando se piensan las relaciones interpersonales. El vínculo entre Brian y Charles no tiene nada de ese cálculo racional; más allá de que al principio justifique fabricar el robot por la necesidad de ayuda con el trabajo, es claro que lo que necesita Brian es compañía. También pensamos en la inutilidad de sus otros inventos, que tienen más que ver con la creación artística.
Cuando Charles cobra vida transforma completamente la de Brian. Gracias a él, empieza a salir con Hazel, la chica del pueblo con la que había algún acercamiento pero no avanzaba. Brian parece tener mayor autoestima y confianza en sí mismo, quizás por haber sido capaz de crear algo excepcional, o tal vez (simplemente y no tanto) por tener un amigo, alguien que se alegra con su llegada. En el desenlace de la historia, gracias a Charles, Brian se atreve a enfrentar a Eddy, el “bully” del pueblo, superando sus temores y ganando el apoyo de la gente, para quienes se convierte en un héroe.
Volvimos a charlar sobre la soledad como una grave problemática de nuestro tiempo, y cómo la figura de Charles como robot aparece en la peli como una posible solución, incluso terapéutica. Además, que de esa unión salga la fuerza para vencer al malvado y poderoso del pueblo, odiado y temido por todos, nos deja un mensaje esperanzador sobre cuál es el rol que nos gustaría que tengan los robots en nuestro mundo.